6/22/2007



FICCIÓN Nº1


Dragan maldijo mil veces a los de enfrente. Él lo decía así, como suena: "los de enfrente". Entre palabras - incomprensibles para casi todos más allá de su batallón donde abundaban los Yugoslavos -, se le oía decir "los de enfrente". Dragan sabía que hacía alusión a los enemigos, a los rebeldes, pero siempre pensó que contenía algún significado descalificativo. Desde que llegó a la Base de Albacete en enero de ese mismo año había aprendido cientos de expresiones para descalificar, y consecuentemente pensó que era más de lo mismo. De hecho no conocía ninguna forma para referirse al enemigo – quizás era "enemigo" la excepción – que no fuese insultante.


Dragan se afanaba con la baqueta. Cada vez que la introducía en el cañón del fusil se le endurecía el tono de la voz y se le oía la cantinela... "los de enfrente". Realmente no sabía lo que hacía, pero sentía la necesidad de hacer algo mecánico, reiterativo. Los habían jodido a base de bien. Les habían dado en la misma mejilla que ya habían puesto antes. La XIII brigada había defendido esas posiciones desde el principio, y si bien es cierto que el maldito Romanillos seguía ahí, imposible de tomar, también es cierto que el enemigo no había podido hacer nada con sus ataques. Era un duelo de tú a tú. Pero 2 días antes habían sacado a su Brigada de línea tras 7 de combates y lo que tanto había costado defender, los españoles de la 68 Brigada casi lo pierde en un par de jornadas. Alguien en el cuartel general pensó que lo mejor era volver a traer a las trincheras de la Casa del Guarda a los internacionales.


Dragan, mientras limpiaba el ánima de su Mosin Nagat era consciente que ya le daba lo mismo la muerte de sus compañeros. Habían sido tantas en los últimos días, meses, que no le cabían bajo el casco el nombre ni de una pequeña parte de ellos. Sí se acordaba del primero que calló. Y del segundo y el tercero. Luego los nombres se entremezclaban y el orden era imposible. Recordaba también al primero de los de enfrente que abatió, pero no se acordaba del amargo sabor en la boca que sintió. En aquella ocasión sólo escuchó la descarga de su fusil y unas milésimas de segundo después vio aquella figura desplomarse fulminada. Él siempre le decía a sus compañeros que le había atizado en la cabeza, porque solo cuando le das a alguien en la cabeza el cuerpo se desploma tan rápido. "Se desplomó a la misma velocidad que iba la bala" o "se desplomo a la misma velocidad que el alma le salía por la boca", decía, y no para fanfarronear sino para sacarse los fantasmas de encima. Pero eso había sido hacia una eternidad, a primeros de abril en los alrededores de Valsequillo, Frente de Extremadura. Había pasado tanto tiempo, que ahora, a mediados de julio, sabía perfectamente que cuando un enemigo caía en la distancia bajo el punto de mira de su arma, la bala asesina había sido dispara siempre por un compañero más rápido que él. O al menos eso se decía a si mismo.


El sector había quedado más o menos asegurado, pero la escuálida brigada había sufrido muchas bajas y ya nadie podía continuar. Dragan también dedicó algunos pensamientos a los de arriba.


Al terminar la refriega, Dragan se alejó un poco de la trinchera y busco el cobijo de la sombra de una encina, se sentó y miro un pino. Por unos instantes todo sus pensamientos giraron entorno a ese pino y en como había podido sobrevivir al infierno de fuego y pólvora que los humanos habían desencadenado en aquel precioso bosque. Luego desechó estos pensamientos y de manera automática saco la baqueta de su fusil. Tiró del cerrojo tres veces, hasta que el arma quedó descargada. Miro luego en sus cartucheras y vio que no le quedaba ni un solo peine. Le habían suministrado munición en tres ocasiones a lo largo de la mañana y solo le quedaban tres balas. Tampoco le quedaba ni una sola granada, pero recordaba vagamente haberse desecho de un par que le pesaban demasiado.


Dragan no escucho ninguna descarga cercana, su sector estaba bajo la extraña calma que sucedía a los combates intensos en verano. Tampoco sintió la presión de una explosión cercana. Ni siquiera noto dolor alguno. Ahora su nariz estaba apoyada entre las hojas caídas y pinchantes de la encina. Delante de él estaba una de las tres balas que le habían quedado y en su cabeza una disparada por alguien que ni siquiera estaba cerca.
Dragan penso "vaya, una bala perdida de los de enfrente".


Y Dragan dejó de pensar.
Fotografía: Tres balas calibre 7,62mm Mosin Nagat y Baqueta de limpieza del mismo arma encontradas bajo una encina. Junio 2007.