5/31/2006



Isabel.

A Isabel le gustaba verme emocionado con las cosas y en aquellos días le hubiese gustado compartir mi emoción al andar por estas tierras.


Compartimos un verano en Los Barros y teníamos el valor de salir a caminar con 40º de temperatura. Mi amigo Armando me había regalado unos meses antes un detector de metales que resulto que no detectaba ni una viga de acero, pero que si valió para que ese verano Isabel y yo nos diésemos paseos y no riésemos a 40º a la sombra.


Le lleve a ver la Casa del Monje y ella usó unas botas de mi padre que le estaban pequeñas. No recuerdo más de ese paseo, salvo que lo único que encontramos fue un trozo enorme de un proyectil del 155 (por lo menos) y el detector no lo detectó. Simplemente lo vimos hincado en la tierra.


Ella acabó por llorar por dolor que le causaban las ampollas que le hacían las botas de mi padre. Y yo me sentí absolutamente inútil e incapaz. La quise llevar en brazos: dos kilómetros campo a través con 40 a la sombra y yo pretendiendo llevarla en brazos.


Siempre que veo esas ruinas me acuerdo de cómo las risas a 40º a la sobra acabaron en lágrimas.


Ahora ella vive en el campo y tiene un niño.


Espero que haya aprendido a no tener que pedir botas para ir a pasear por el campo.


Fotografía: Isabel comiendo un melocotón en la Casa del Monje (Verano de 1998).


Casualidades numismáticas.

En tres trincheras diferentes, tres monedas. Ninguna es de la República del 31 o posterior. Ninguna era de curso legal cuando por allí andaban pegándose tiros.

8 Maravedís de Fernando VII (1820), 4 Maravedís de Felipe III (1605) y 5 céntimos del Gobierno Provisional (1870).

¿Tres soldados las llevaron encima?. ¿Amuletos?. ¿Trofeos de un saqueo de guerra?. ¿O bien las perdieron tres personas a lo largo de los siglos y con el tiempo resultaron haber caído en lugares elegidos para ser emplazamientos militares?.

En los paseos por el campo de batalla de Brunete preferiría una moneda por cada bala, trozo de metralla o resto de la guerra que encuentro: a parte de que tendría, digamos, bastante tranquilidad económica, no me quedaría ese sabor amargo en la boca.

Fotografía: Tres monedas (mayo 2006).

5/16/2006




LA DOBLE IMPORTANCIA DEL AGUA.

La ofensiva inicial del Ejército Popular de la República se contuvo y, en otros casos, se argumentó, en torno a cursos fluviales: Flanco derecho, río Perales; Flanco izquierdo, río Guadarrama.

La batalla de Brunete fue, además, una batalla sedienta. El mes de julio en esa zona es extremadamente abrasador y los 35º grados a la sombra son habituales, la escasez de agua perenne y el control de los escasos pozos y fuentes un valor estratégico.

Las comunicaciones Republicanas fueron uno de los mayores fallos del Estado Mayor del Ejército de Maniobra. Una sola arteria ponía en contacto frente y retaguardia. Continuamente atacada por la aviación italiana y alemana, al mismo tiempo servía para suministrar repuestos y refrescos y para la evacuación de heridos. El atasco constante que sufrió la carretera de Villanueva de la Cañada - Brunete impidió el correcto abastecimiento de agua y alimento a las tropas enfrascadas en el combate y muchos fueron los heridos que murieron esperando a una descongestión que facilitase su evacuación a un hospital de retaguardia. Los combatientes que sedientos recurrían a beber de arroyos o de los pequeños caudales de los ríos que limitaban la bolsa, corrían el riesgo de enfermar de difteria o tifus.

Frente a ellos, las tropas nacionales contaban con media docena de carreteras principales que facilitaban el correcto fluir del movimiento de tropas y abastos.

Quizás la batalla se decidió en las carreteras.

El Ejército Nacionalista lanzó una primera contraofensiva general el día 18. Consideraron que el enemigo estaba ya desarticulado y que las tropas propias, desde hace días más numerosas en todos los sectores, podrían aplastar a las diezmadas brigadas republicanas sin problemas. Se encontraron con un enemigo correoso y difícil de batir que se agarro como pudo a sus posiciones.
La maniobra nacionalista se neutralizó e incluso se contra atacó. Pero las esperanzas del Ejército de Miaja eran nulas. Él sabía que Franco volvería a la carga: frontalmente y sin cuartel. Cuestión de orgullo para el africanista.

Desde ese momento, y hasta que se desencadeno el ataque final (día 23 de julio), en el flanco Este de las operaciones se generó un pequeño frente estabilizado durante 4 días entorno a la confluencia de los pequeños arroyos de El Palomar, Calabozo, Prado Chico y Prado Grande.
Ambas orillas se fortificaron con pequeñas trincheras de fortuna y ambos bandos se metieron de lleno en una nueva fase de hostigamiento y desgaste.

Es estremecedor pensar que este agua, entorno a la cual brota la parte más bella del bosque de Romanillos, pase a la historia por algo tan cruel.

Fotografías: Arriba, material recuperado en una de las posiciones nacionalistas. Posible emplazamiento de una ametralladora. Abajo, panorámica de la vaguada de los arroyos. Mayo 2006.